RELACIÓN ENTRE EL
EDUCADOR Y EL EDUCANDO
Considerando la relación educador - educando, los
estudiantes deben tomar conciencia que el proceso educativo es bidireccional.
Por su propio bien, no pueden limitarse a ser meramente receptivos. Son los mejores críticos que pueden tener los
docentes, quienes tienen obligación de escucharlos y valorar sus propuestas.
Este intercambio debe realizarse en un clima
cordial por ambas partes, ya que solamente se obtienen frutos cuando se trabaja
en un ambiente de tranquilidad y tolerancia mutua, benéfico para todos los
involucrados en la tarea.
Es importante tomar en consideración que la
práctica educativa se debe considerar como el proceso enseñanza-aprendizaje,
como un trabajo creativo, congruente y responsable, en la medida en que la
educación debe estar dirigida a la producción de conocimiento. Por lo tanto el
eje de la relación educador-educando deberá ser la investigación, como elemento
unificador del proceso enseñanza-aprendizaje.
El educador debe dejar de ser el centro de la
actividad académica, y pasar a ser un facilitador del proceso de aprendizaje.
En este sentido, el elemento más importante en la enseñanza-aprendizaje, es
definitivamente el educando.
Existe la llamada pedagogía del diálogo, sostiene
que dentro del marco de una sociedad democrática -y una educación también
democrática-, el maestro, mucho más que despreciar la capacidad del educando,
debe aprovechar sus conocimientos, respetarlos y evaluarlos. Desarrollar la
pedagogía del diálogo implica respetar los principios democráticos en el
sistema educativo y estimular el respeto recíproco entre educando-educador.
La primera función de la escuela es la de educar a
personas que tengan la capacidad de crear y no sólo de reproducir lo que otras
generaciones hicieron a su turno, en vista de que los individuos son activos y
creativos por naturaleza. Y, por eso mismo, el educador debe tender a
satisfacer el interés y las aspiraciones propias del niño, poniéndolo a él en
el centro del proceso de enseñanza/aprendizaje.
La pedagogía del diálogo elimina el monólogo y el
monopolio de la palabra del educador y, consiguientemente, el sistema bancario
de la educación tradicional, en el cual el educador es el sujeto real, cuya
función indeclinable es llenar a los educandos con los contenidos de su
narración.
En una buena relación entre el educador y el
educando, la propia actividad y curiosidad del alumno es un excelente medio
para la adquisición de los conocimientos necesarios.
Nada se puede imponer mecánicamente desde fuera, y
menos cuando el educando no está motivado. Es decir, el educando no debe ser
forzado a aprender nada sólo porque está establecido en el programa escolar ni
porque estará en el examen, sino porque él mismo ha visto la necesidad y tiene
deseos de progresar hasta ciertas metas propuestas.
El educador debe aprender a conversar con el
educando, reducirse a su estatura, para ayudarle a resolver los problemas que
él no puede resolverlos por sí solo. Por medio del diálogo puede desarrollarse
todo el proceso de enseñanza/aprendizaje, sin dejar de contemplar las demás
necesidades que tiene el educando, desde las fisiológicas hasta las
psicológicas.
En una buena relación el educando y el educador
son sujetos, y ambos participan activamente en el proceso de
enseñanza/aprendizaje. Entre ellos se da un respeto recíproco y una
interrelación constante. No se admite que ningún educador decida de manera
arbitraria lo que está bien o lo que está mal, sin que exista una
intercomunicación real con el educando; más aún, cuando se sabe que todo lo que
puede ser lógico para el adulto, puede ser ilógico para el niño, sin que por
esto, el individuo deje de ser, desde un principio, un ente activo y creativo,
que tiene la capacidad de relacionarse con el mundo cognoscitivo y acumular,
por medio de su inquietud y curiosidad, conocimientos y experiencias que le
ayuden a forjar su personalidad.
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